Los cuentos no son solo para la infancia. Aunque solemos asociarlos con la niñez, los adultos también necesitamos su magia. Nos permiten reconectar con nuestra imaginación, explorar emociones y encontrar respuestas a preguntas que, a veces, la vida cotidiana no nos deja formular.
Desde tiempos inmemoriales, las historias han sido el vehículo para transmitir sabiduría, valores y lecciones de vida. Los mitos, las fábulas y los relatos populares no solo buscaban entretener, sino también ofrecer herramientas para comprender el mundo. Hoy, los cuentos siguen cumpliendo esa función, pero ahora nos ayudan a pausar el ritmo acelerado de la vida y a reencontrarnos con nuestra esencia.
Leer un cuento es un acto de refugio y sanación. En sus líneas podemos encontrar consuelo, inspiración o simplemente un instante de descanso para la mente. Nos permiten soñar despiertos, viajar sin movernos y, sobre todo, sentir. Nos recuerdan que la magia no ha desaparecido, que sigue allí, esperándonos entre las páginas.
En Cuentos soñados para ser contados, quise capturar esa esencia: historias que no solo acompañan a los niños, sino que invitan a los adultos a redescubrir su capacidad de asombro. Porque, aunque crezcamos, nunca dejamos de necesitar las historias que nos reconfortan, nos emocionan y nos hacen creer, al menos por un momento, en lo imposible.
Los cuentos no tienen edad. Solo necesitan un lector dispuesto a dejarse llevar por su magia. ✨📖💛