Las palabras tienen un poder inmenso en la educación infantil. No solo transmiten conocimientos, sino que también construyen emociones, generan confianza y moldean la percepción que los niños tienen del mundo. Desde los primeros años, los niños absorben el lenguaje como una esponja, interpretando no solo lo que se dice, sino también cómo se dice.
Un simple “tú puedes” puede reforzar su autoestima y darles la confianza para intentarlo de nuevo, mientras que un “eso no es para ti” puede sembrar la duda y el miedo al fracaso. En el aula, las palabras de un maestro pueden hacer que un niño se sienta valorado y comprendido, o todo lo contrario.
Los libros y cuentos juegan un papel clave en esta etapa. A través de ellos, los niños no solo aprenden vocabulario y estructuras gramaticales, sino que también desarrollan empatía y habilidades sociales. Al identificarse con los personajes, pueden experimentar distintas emociones y aprender a gestionar sus propios sentimientos. Además, la lectura en voz alta fortalece el vínculo entre adultos y niños, creando momentos de conexión y aprendizaje mutuo.
En mi libro El diccionario del cole, busqué precisamente eso: que los niños se reconocieran en sus experiencias escolares y comprendieran que sus emociones y vivencias son importantes. Porque cada palabra que escuchan, leen o dicen deja una huella en su desarrollo.
Como educadores, escritores o padres, tenemos la responsabilidad de elegir bien nuestras palabras, porque con ellas podemos construir seguridad, inspirar curiosidad y alimentar los sueños de quienes están empezando a descubrir el mundo. 💛📖✨